Los Panes y los Peces trata de capturar la esencia y el misterio de la profunda fe de una pequeña comunidad ortodoxa del interior de Serbia. Pero éste es también un cortometraje sobre la fe en su sentido más amplio: sobre la persistencia, la dedicación y la capacidad de espera; de alguna manera una película sobre el trabajo y el silencio. La importancia de las atmósferas y el tono general de la pieza –en cierto modo como de pequeño cuento– hacen que nos guste describir el proyecto como una «fábula documental».

En los últimos años vengo trabajando en varios proyectos a medio camino entre el documental y la ficción. En ellos no busco tanto una reproducción fidedigna de la realidad, un “registro de la realidad” –que hoy en día, por el mero hecho de encender una cámara, queda ya perpetuado– como tratar de crear un universo específico, propio de cada película. Un universo, no obstante, que no se cimente tanto sobre mis opiniones personales como sobre el espíritu más profundo de las personas y lugares filmados. El documental es por tanto un maravilloso punto de partida para tratar de preservar y, al mismo tiempo, si hay suerte, procurar que se revele algo de lo que subyace por debajo de aquello que filmamos –esa verdad (por favor, pásenme el término) que sólo la cámara ve y el montaje es capaz de exponer y articular.

La narración y el lenguaje de Los Panes y los Peces son por tanto el resultado de un trabajo en el que de alguna manera he buscado desaparecer. Y ya que la subjetividad de los que realizan una película va ligada inexorablemente al resultado de la obra, he procurado cederle al menos parte de aquélla a estos dos hombres, a su misticismo, a su espiritualidad.

Pero trabajar en las intersecciones del documental con la ficción es lo que permite crear, además, un espacio fílmico donde lo extraordinario quepa como posibilidad. Sin lugar a dudas estos dos hombres interpretan lo que acontece como un milagro, pues creen firmemente que si se reza con suficiente fe y devoción Dios concede lo que se pide. Una gran parte de la audiencia, sin embargo, podrá ver en la afluencia de fieles la consecuencia lógica de la perseverancia y el trabajo de Mirko, o el resultado de un llamado nocturno que se extendió por el pueblo; tal vez sea el fruto de una cita dominical o de una mera casualidad. Los milagros, tal como yo los entiendo, no son esos grandes acontecimientos, espectaculares y grandilocuentes, descritos en el Antiguo Testamento. Un milagro sólo se convierte en tal según la mirada de sus testigos.

Irene M. Borrego